Esta expresión se utiliza cuando tenemos algún fundamento para sospechar que existe algo oculto detrás de un asunto. Y no, no se trata de algo literal, al menos en la mayoría de las ocasiones.
En la edad media, era común que personas guardaran su dinero en pequeñas bolsas de cuero llamadas gatos. La razón para este nombre no está claro, pero se argumenta que se les llamaba así porque las bolsas estaban hechas de piel de gato.
Pues bien, estas bolsitas eran ocultadas entre la ropa por razones de seguridad. Sin embargo, los ladrones, antes de iniciar un asalto -y asumir los peligros que conllevaba- se aseguraban de que el objetivo trajera dinero consigo. Cuando lograban determinar que alguien llevaba consigo un gato -no el animal- lo comunicaban entre sí y, rodeaban a la persona para quitarle el dinero: gato encerrado.
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